¿Y por qué no acabamos la tarea?

Share in Chuza!Share in DoMelhorLa TafaneraShare in ZabalduShare in AupatuShare in MenéameShare in TuentiDigg it!Share in FacebookTweet it!Share in Cabozo

puzle

Xoán Hermida

A ustedes nunca les ha pasado que encuentran un moratón o una herida en el cuerpo y se preguntan: “¿Qué raro, yo juraría no haberme lastimado en ningún sitio?". Lo más probable es que sea fruto de un incidente en un momento de tensión muscular o de un esfuerzo durante un ejercicio físico fuerte y que solamente cuando se enfría el músculo se notan las molestias que antes pasaron desapercibidas.

Algo parecido le ha pasado a la izquierda este 23J. En la lógica euforia porque el desastre fue menor de lo que se esperaba no va a ser consciente del moratón hasta que los días pasen y la realidad, la real no la constructiva, se imponga.

Ya sé que los que pronosticamos una derrota de la izquierda hemos errado porque todo el mundo sabe que las elecciones las ha ganado la "nueva izquierda" después de pasar en los últimos años de 71 diputados, y disputar la hegemonía de la izquierda al PSOE, a 41 escaños; después a 35 y ahora 31 diputados; en dirección a un espacio electoral similar al que en su día ocupó el PCE o IU. Ya sabemos, por otra parte, que el PSOE con 121 escaños, uno más que en las pasadas elecciones y dos menos de cuando Sánchez repitió las elecciones del 2019 porque le parecía un resultado exiguo, ha cosechado un gran éxito planetario. El escaño que suma no compensan los siete perdidos por su socio de gobierno y además ahora no es, ni en términos de voto ni de escaños, la primera fuerza como lo era en la legislatura pasada. Y que solamente la subida en Cataluña amortigua el desplome en las otras circunscripciones. Subida, que, por cierto, le debe agradecer a Vox que a tres días de las elecciones aseguro “que las calles de Cataluña arderían” con la llegada de VOX y el PP al gobierno.

Todo el mundo sabe que el PP ha perdido las elecciones a pesar de sumar 48 escaños nuevos y tres millones de votos, y sacar mayoría absoluta en el Senado. Victorias numéricas que se vienen a sumar al poder autonómico y municipal que el centro derecha ha acumulado en las pasadas elecciones de mayo.

Y si vamos a la letra pequeña. La fuerza llamada a substituir al PP al frente de la Xunta de Galicia se pierde en la cuarta posición. ERC cede la hegemonía nacionalista al supremacista de Puigdemont. Y la España Vaciada, tan importante para los progresistas hace apenas un año, desaparece de la escena como el regeneracionismo del 15M, el día que Podemos se encargó de gestionar sus activos.

Así que, llegados a este punto, y en la realidad paralela que vive la dirigencia de la izquierda y sus aduladores, han fallado más las encuestas que daban ganador al PP que la del CIS, que, conviene recordar, daban ganador en varios escaños y tres puntos al PSOE sobre el PP y en la que Sumar era claramente la tercera fuerza por delante de VOX.

En realidad, poco importa como de ilusoria sea la realidad en la que vive una parte de nuestra clase periodística y política. Las ‘victoria-derrotas’ lo único que van a conseguir es perpetuar la senda de errores por los que transita la izquierda y va a dificultar más aún, si cabe, que surjan voces críticas que pidan algo de reflexión y cordura.

En realidad, a mí y, creo que, a una mayoría de las personas lo que nos preocupa o debería preocupar, y más desde un punto de vista progresista, es la situación de bloqueo en la que se va adentrar el País en un momento en que la barra libre de Europa se va a acabar y toca pagar los platos rotos de las urgencias de los últimos años. La inestabilidad política se va a acrecentar peligrosamente, la polarización se va a incrementar hasta niveles insoportables y la desafección va a crecer hasta niveles inimaginables.

Mientras esto pase asistiremos a una nueva mayoría parlamentaria - la que sea - más complicada que la anterior o a una repetición electoral en forma de segunda vuelta. Segunda vuelta con un resultado abierto y un fortalecimiento más grande aún del bipartidismo.

Así que deberíamos tener unas cuantas cosas claras:

Estamos en un modelo parlamentarista, y no presidencialista. Corresponde por lo tanto a los representantes parlamentarios encontrar las mayorías para nombrar un Ejecutivo. Tanto PP como PSOE pueden y tienen legitimidad para pactar con cualquier fuerza política presente en el hemiciclo, pues su presencia está avalada por la Junta Electoral a la que corresponde dar el ‘visto y place’ de su estado al día con el estado de derecho.

Siendo esto así, deberíamos convenir que los elementos de regeneracionismo democrático formulados en su momento por el 15M, - junto con la Transición el patrimonio mas confiable para los españoles - , siguen pendientes y sus soluciones siguen conformando el programa más ambicioso en términos democráticos desde la ‘ruptura pactada’ del 78.

Y además deberíamos convenir que la única fórmula para que esto se lleve adelante, a no ser que alguien sueñe con un escenario revolucionario, pasa por un gran consenso que necesariamente, por mera suma matemática, precise en la ecuación del PP y del PSOE. Seguramente algunos más, siempre que estos no jueguen a la desestabilización populista o a la deslealtad institucional.

Así que, ¿por qué en el DAFO de la política española no convertimos las Amenazas que se ciernen sobre una política más encanallada que la de los últimos años en una Oportunidad en la que a los políticos se les exija solamente la mitad de la altura de mira de la que tuvieron los políticos de la generación de los setenta?

La izquierda no sale de su crisis existencial y de proyecto, aquí y en el mundo, solo porque la victoria del PP no haya sido todo lo que se esperaba o la derrota de la izquierda lo inmensa que algunos pronosticábamos. La izquierda se ha asomado al precipicio y por una serie de causas y azares, que aún corresponde ver en detalle y en los que seguramente ha actuado el miedo y el vértigo de la sociedad, no se ha partido la crisma. Mejor haría en aprovechar esta segunda oportunidad, que milagrosamente se le ha cruzado en el camino, porque no tendrá muchas más.

La democracia, además de un sistema de contrapesos, que como se ve funcionan y parece que seguirán funcionando, también son reglas de juego y cultura de respeto mutuo. Deberíamos desterrar la cizaña sembrada en los últimos años, romper con la dinámica guerra civilista, observar al adversario como un aliado en la construcción de la misma y del proyecto espacial que compartimos.

La pertenencia a la Unión Europea es un seguro de que algunas de las cosas que los catastrofistas pronostican no van a pasar fácilmente. Pero no tentemos reiteradamente a la suerte porque tenemos la historia incivil que tenemos.

Aprovechemos y acabemos la tarea pendiente que nos señaló el 15M. Respetemos a las minorías, porque así debe ser, pero desde las mayorías colaboremos para resolver los grandes problemas y retos que tenemos como ciudadanos.