El tema nunca fue la independencia. ¡Els diners, estúpidos!
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- Publicado o Venres, 10 Novembro 2023 13:55
Xoán Hermida
Basta con leer el acuerdo entre PSOE y Junts para que quede claro que la cuestión no fue nunca la independencia ni la soberanía. Su contenido se queda, al respecto, en meras declaraciones interpretables al gusto de cada parte (fundamentar, en pleno siglo XXI, un acuerdo político en los decretos de Nueva Planta es de una ridiculez extrema). El tema es, y fue, la amnistía (para resolver la situación de algunos implicados en corrupción política y económica) y financiación (para tener más dinero para seguir malversando).
España no se rompe, pues es un buen negocio. Es ¡els diners, estúpidos!
Pero vayamos por partes.
Pedro Sánchez dice que la amnistía que propone tiene como objetivo cerrar heridas y reconciliar el País en un tiempo en el que Catalunya está preparada para el reencuentro.
En principio parece un objetivo loable y a los políticos se les debería valorar por su valentía, por ver más allá de lo inmediato, para así hacer posibles realidades hasta ese momento solo imaginables.
Así lo hizo, y nos lo recuerdan los defensores del presidente, Adolfo Suárez. Pero en esta sociedad de cambalache donde se mezcla lo sublime con lo mezquino, se iguala al héroe y al villano, y se otorga el mismo valor a lo ético que al oportunismo; deberíamos, antes de comprar cualquier producto que nos quieran vender, pararnos a observar el mismo más allá del envoltorio.
Entonces, ¿“Catalunya está preparada para el reencuentro”? Dejando a un lado que una parte nada despreciable de los catalanes no quieren el reencuentro sino el divorcio - y después de casi un siglo todo apunta a que esto va a seguir siendo así por mucho tiempo -, la pregunta a formular sería: ¿qué mecanismo hace que el tiempo de la madurez para el reencuentro coincida justo con las necesidades parlamentarias de Pedro Sánchez, ni una semana antes ni una semana después? Lo lógico es pensar que ninguno.
Se puede apelar al principio de convertir una debilidad en una oportunidad, pero aun siendo una buena receta en algunos casos no deberíamos aceptar que la causa pública y el bien común estén presididos por una premisa propia de un DAFO operacional.
“Reconciliar la sociedad” es otro valor que debería parecer encomiable, motivo de deseos de éxito. Pero los procesos de reconciliación deben abarcar a la mayoría social. Si por reencontrarnos con una parte de los catalanes fracturamos en dos mitades la sociedad española, no sé si tal operación arrienda ganancias.
El proceso de reconciliación de la Transición, requería una amnistía total, incluido los delitos de terrorismo y de violencia del régimen, porque era motivo sine qua non para poder abordar la misma, implicar una mayoría social y crear un amplio consenso político, hoy inexistentes.
Por supuesto, está el derecho incuestionable al “cambio de opinión”. Algo necesario políticamente, muy sano personalmente y obligatorio intelectualmente. Alguien que no cambia de opinión es un fundamentalista y una sociedad que nunca lo hace simplemente es una sociedad muerta civilmente. En política tal actitud nos llevaría simplemente a una esclerosis paralizante.
Es habitual, y lógico, que los políticos de la oposición tomen un prisma diferente de las cosas cuando se convierten en gobernantes. La realidad cambiante también exige cambios de perspectiva y de enfoque, pero para no confundir eses necesarios cambios con puro oportunismo; deberíamos observar el cambio de contexto, la nueva gramática del texto y la necesaria gradualidad de los mismos.
Normalmente se pone como ejemplo el cambio del propio PSOE con respecto a nuestro ingreso en la OTAN, pero se olvida que el mismo se produjo en una España ya integrada en la estructura Atlántica que facilitaba la transición de unas fuerzas armadas franquistas, con veleidades golpistas, a unas democráticas subordinadas al poder político. Un proceso gradual, coincidiendo con la transformación de una izquierda en modo oposición a una en modo gobierno, con una cadencia desde el inicial “¡De entrada, no!” hasta el referéndum que ratificó la permanencia.
El cambio actual del PSOE se hace de la noche a la mañana, condicionado por la política de alianzas que le asegure el statu quo y la ausencia de cualquier tipo de consulta ciudadana.
No obstante, en el paquete de acuerdos entre PSOE y JxCat con ser la amnistía un tema urgente, no deberíamos perder de vista los temas importantes (económicos). El regalo de la quita a la deuda pública de la Generalitat, únicamente achacable a la mala gestión y la corrupción, cuando no prevaricación, de las autoridades catalanas; la vamos a pagar los ciudadanos de otras comunidades en nuestra asistencia sanitaria, calidad educativa o mejoras de infraestructuras públicas, igual de necesitadas que las de Catalunya. Los sucesivos déficits presupuestarios de la Generalitat no deberían ser motivo de ayudas o ventajas fiscales, teniendo en cuenta que ha sido la comunidad que más ha necesitado de los fondos FLA - 73.110 millones de euros -, sino de una auditoría integral para saber realmente el porqué de este desequilibrio en una comunidad que no es precisamente ejemplar en sus servicios públicos.
Y llegados a este punto, no deberíamos dejarnos obsesionar con los árboles. A lo mejor, solo a lo mejor, si observamos el bosque completo llegamos a la conclusión que en realidad el tema nunca fue ni el reconocimiento de la realidad nacional catalana ni la independencia, sino el uso y abuso que una élite tiene hecho del autogobierno desde el inicio de su andadura. Las concesiones presupuestarias y la amnistía tienen, desde esa perspectiva, que ver con aquello que de pequeños decíamos cuando tocábamos la pared en aquel juego tan popular: “Por mí y por todos mis compañeros” (impunidad).
Para ver la cartografía general del tema catalán deberíamos retrotraernos a tres imágenes de nuestro pasado reciente, con relación entre sí, y que no suelen ser los referidos habitualmente.
Primera imagen. Fecha: jueves 24 de febrero de 2005. Asunto: Pascual Maragall denuncia en sede parlamentaria la trama institucional del 3%.
Durante el debate de tramitación del Estatut, y en un momento de tensión parlamentaria, el President reprocha a la bancada convergente las prácticas comisionistas durante los gobiernos de Jordi Pujol. “Tienen un problema del 3%”, afirmó. La airada reacción del líder de la oposición y la amenaza de desenganchar su partido del apoyo al nuevo Estatut, obligo a Maragall a pedir disculpas y a desdecirse de algo que era un secreto a voces.
Segunda imagen. Fecha: sábado 21 de enero de 2006. Asunto: Rodríguez Zapatero recibe a Artur Mas en la Moncloa.
La reunión que tenía como objetivo desencallar la tramitación del Estatut en realidad tuvo como consecuencias, intuyo que perseguidas, otras dos. La primera darle la baza del éxito estatutario a Artur Mas y otorgarle, de facto, el rango de interlocutor principal y entronizarlo como futuro President. La segunda, con el fin de allanarle el camino, asegurar que Pascual Maragall no volviera a ser candidato a la Generalitat por el PSC. La falta de respaldo en las siguientes semanas de Zapatero a Maragall, con la muletilla de “el candidato a la Generalitat lo decidirá el partido en su momento”, cosa inhabitual cuando tienes la presidencia, tiene el valor de una traición, una de tantas, que nunca se merecería alguien que fuera clave en que Zapatero alcanzara la secretaria general del PSOE.
Tercera imagen. Fecha: miércoles 15 de junio de 2011. Asunto: Artur Mas accede en helicóptero al Parlament para sortear la concentración del movimiento del 15M.
Esa mañana en la que el orden del día de la sesión era debate general de presupuestos unas 2.000 personas rodearon el Parlament. El movimiento de indignación que un mes atrás naciera en la Puerta del Sol (Madrid) y se extendiera por otras ciudades, tenía en Barcelona una particular radicalidad y agresividad. La soberbia con la que Artur Mas asumió el reto, frente a la prudencia de otros líderes políticos, y su entrada en helicóptero dejó la imagen más nítida de una clase política aislada de una ciudadanía indignada.
Tres imágenes que conectan el problema real que a esas alturas tenia Catalunya: una sociedad desafecta de una clase política que sus únicas recetas eran el ajuste y las ‘retallades’, y ello salpicado por supuestas tramas de corrupción institucionalizada.
Los gobernantes catalanes tenían un problema, un grave problema, que solo podían resolver con un cambio de enfoque de la realidad.
El menosprecio legislativo, judicial y ejecutivo con que fue recibido el nuevo Estatut en la Corte sirvió para que el nacionalismo lo utilizará como argamasa entre, hasta ese momento, diferentes corrientes políticas enfrentadas; y reorientar el debate público hacia los agravios exteriores que hicieran olvidar las responsabilidades políticas, y en algunos casos penales, de sus dirigentes.
En los próximos meses veremos qué capacidad de adaptación tiene nuestra democracia y cuál es su resistencia ante los nuevos niveles de conflicto institucional, descohesión territorial y enfrentamiento social.
En todo caso, y aun cuando las costuras no rompan y el armazón político institucional resista, las dinámicas frentistas aumentarán y el debate público se envenenará aún más.
La desafección política de la ciudadanía crecerá y, en consecuencia, la confianza en los partidos como instrumentos de representación seguirá perdiendo enteros, manteniendo la puerta abierta a que siga existiendo un campo abonado para experimentos de carácter populista y extremista.